s. m.Que tiene abundancia de una cosa (dinero, bienes, sabor, ideas, etc)
Durante la segunda cena, Raúl nos contaba de sus invitaciones a Arabia Saudita, donde siempre era acompañado por dos guardaespaldas, una anfitriona y un asistente (cuyo único trabajo era cargar su portafolio). Con más de 50 patentes registradas de productos farmacéuticos, parecía claro que nos hablaba un hombre rico.
Era 1997. Cinco venezolanos y un cubano, sentados en un pequeño restaurant en Grand Place (Bruselas, Bélgica) a la salida de EUREKA. El día había sido largo, pero estábamos contentos y casi todos disfrutábamos la cena. Todos menos Helena, que por accidente había pedido ancas de rana, y ahora compartía la cena con Cecilia. Llegada la cuenta, la pagamos entre todos, y Cecilia ofreció una buena propina. De carácter alegre y gusto impecable en el vestir, a ella también la habíamos supuesto: una mujer rica.
Luego de la cena, mientras caminábamos por la ciudad, buscando el Manneken Pis [1], Helena hizo una pregunta imprudente:
- Raúl, un médico como tú, ¿cuánto dinero gana?
Dicen que las preguntas simples tienen respuestas simples, pero éste no era el caso. Mi hermano mayor decía, cuando yo era chico, que una persona rica es aquella que logra acumular un millón de dólares. Raúl estaba a muchos pueblos de eso, pero respondió con gusto:
- Yo gano casi 100$. Y antes de que me digan nada, les voy a explicar. Yo con eso en Cuba, soy muy rico. Tengo acceso a bienes y servicios que casi nadie tiene, me sobra el dinero. Un médico normalmente gana 20$. Claro, fuera del país es otra cosa. Sólo puedo salir de vacaciones si mi familia me invita. Fuera de mi burbuja, no puedo pagarme ni un hotel.
Mentalmente todos calculamos nuestro salario en dólares. No tenía sentido, tanto conocimiento, tanta experiencia y patentes. La situación escapaba del entendimiento. La imprudencia de Helena sacaba sus conclusiones, y con la delicadeza de un rinoceronte, ofrecía ayuda sin preguntar:
- Mucha burbuja, pero es que eres como un pájaro en una jaula, donde hay mucha comida y columpios, pero no puedes dejarla. No sé si la puerta está abierta, ¿podrías salir del país y trabajar en otro lado si quisieras? Cecilia seguro te puede ayudar. Ella tiene cara de conocer mucha gente.
Raúl prefirió no responder, y sólo murmuró un pequeño: “no lo entenderían”.
Rezagado en la caminata, razonaba con Cecilia la situación. ¿Se puede ser rico geográficamente? Me imaginaba al personal de emigración en el aeropuerto, con un sello que en lugar de “SALIDA” dijera “LIBRE pero POBRE”, prometiendo que si regresas te ponen el sello de “RICO”. ¿Qué pensará Forbes de eso? Ella reía y me explicaba:
- Deja de pensar que la palabra rico refiere sólo a dinero, hay mucho más involucrado. Y deja de pensar en cuanto hay que alcanzar. Eso no tiene fin, y medido así siempre serás pobre respecto a alguien. Yo ayudo a muchísima gente, que tiene más dinero que yo, porque lo que tienen nunca les alcanza. Rico no es el que lo tiene todo, sino al que nada le falta.
Casi 20 años después, con 15 años de revolución, y una inflación digna de libro de records, el salario de Raúl ya no escapa de nuestro entendimiento. El salario mínimo en Venezuela ronda los 50$, con pronóstico de seguir cayendo. Éramos un país rico, un país petrolero, nunca nos calzó eso de república bananera, aunque cambur es lo que sobra. ¿Ya somos un país pobre, o todavía falta? ¿Será que al final es una cuestión de actitud?
Si Cecilia tiene razón, es una pregunta sin sentido, porque no la he completado: ¿Rico en qué? Venezuela seguirá siendo entonces mestiza: rica en sol y clima, en sabores, en humor y belleza; mientras empobrece en aspiraciones, educación y futuro. La envidia y el egoísmo crecen mientras las cosechas se secan. Para que haga sentido, terminemos de retirar la estatua de Maria Lionza [2] de la Autopista del Este, para poner una versión del Niño que mea, que parece ser lo único que nos falta, a los que transitamos por el país.
La lata de Garbanzos : rico
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[1] En dialecto bruselense: Niño que mea. Es una estatua de bronce de 61 cms, situada en el centro histórico de Bruselas (Bélgica). Es un niño pequeño desnudo orinando dentro del cuenco de la fuente. Junto con el Atomium y la Grand Place es una de las atracciones principales de la ciudad, simbolizando el espíritu independiente de sus habitantes.
[2] Una diosa de principios de siglo, adorada por campesinos de la región de Yaracuy, en las sierras de Sorte. Su devoción mezcla ritos católicos, indígenas y africanos; con elementos yoruba y vudú. Aunque indígena, se representa como una desnuda mujer blanca y atlética, con una corona de oro, una rosa y un banderín que reza: protectora de las aguas, Diosa de las cosechas. En su escultura más conocida, extiende las manos y sostiene un hueso de pelvis (símbolo de la fertilidad) montada en una danta que aplasta serpientes (símbolos de la envidia y el egoísmo).
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