s. f. Proceso económico provocado por una subida continuada de los precios de productos y servicios, y una pérdida del valor del dinero para poder adquirirlos o hacer uso de ellos. |
Mucha gente confunde inflación con aumento de precios, algo que corre en el país como una liebre. Creen que cuando se aumenta el salario (que es la tortuga) la inflación es alcanzada y destruida. Esta comparación esperanzadora, que nos hace imaginar que la tortuga ganará un día, es sólo una ilusión. Lo cierto es que en países como Venezuela, la que se queda dormida es la tortuga, y el dinero pierde su poder de compra, por lo que el ahorro es una mala idea en el largo plazo.
En 1972, vivíamos en La Guaira, compartiendo casa con mis abuelos, tan cerca de la iglesia como aguantaba el presupuesto. La llegada del menor de mis hermanos pedía una casa más grande, de preferencia en una buena urbanización residencial. El trabajo había permitido a mis padres ahorrar Bs 20.000 para comprar el terreno. Para construir 350 metros faltaban Bs 40.000. Como era costumbre, los préstamos se buscaban en la familia, no en los bancos.
María José, hermana de mi abuela y casada curiosamente con José María, hermano de mi abuelo, había hecho buen dinero y con gusto lo ofreció, llevándolo a una de las acostumbradas reuniones mensuales de domingo. La primera vez que escuché a mi hermano José Luis hablar del préstamo, dijo:
- La casa donde crecí, se construyó con un fajo de billetes, que la tía sacó de una teta.
Confirmando la versión con mamá, no era un fajo de billetes sino dos, lo que tiene lógica para nivelar el busto. Eran 80 billetes amarillos de 500 bolívares. Para los que se preguntan ¿por qué llevaba el dinero en el sostén?, lamento no tenerles respuesta. Cuando he preguntado por esa costumbre que aún es vigente hoy, he recibido malas caras y pocas respuestas. El razonamiento más popular sugiere que es un lugar seguro, donde pocos ladrones se atreverían a meter la mano. Una respuesta curiosa sugiere que el papel apilado forma una especie de escudo antibalas, nada despreciable para una ciudad como Caracas.
Con todas las gavetas necesarias para ser atiborradas, se contruyó la casa de donde salieron muchas palabras de mi diccionario.
Con los años, empezó a sobrar el espacio a medida que nos íbamos, y mis padres quisieron mudarse a un sitio más pequeño, donde no diera tanto trabajo atender patios y plantas. Construyeron una vez más en 1997, con un presupuesto de Bs 40.000.000, en un terreno que papá ya había adquirido hace años. Con ese dinero se hubieran construido 1000 casas, cuando se hizo la nuestra.
En 25 años, el precio de construir se había multiplicado por 1000 y los billetes más grandes en circulación eran los de 20.000 bolívares. Afortunadamente teníamos el dinero, porque el pecho de la tía no hubiera soportado 2.000 billetes.
En 2008, se cambió la moneda al extrañamente llamado bolívar fuerte, eliminando tres ceros, para que no nos diera vergüenza tener una moneda tan devaluada. Además, a las calculadoras viejas se les estaban acabando los dígitos.
Si en este momento usted está tan confundido como imagino, haga como yo, cuando le pregunten ¿qué es inflación? Responda que en un país hay inflación cuando el dinero que cabía en una teta, necesita un guacal. Puede pensar también, que con el dinero que construyó nuestra casa, ahora puede comprar unos gramos de bacalao.
Mi papá aún conserva la casa donde crecimos. Luego de dos saqueos, innumerables robos y un horario que pocos podrían soportar, también mantiene abierta su bodega. Testarudez y falta de ideas para su tiempo libre lo mantienen activo. Aunque pocos lo entienden, cada vez que un cliente le dice que algo ha subido mucho de precio, él responde:
- No señora, el producto no está caro, es el bolívar el que no vale nada.
Lo curioso es que lo dice todos los años, porque cada año es igual. Aprenda usted a vivir con inflación, porque no es un problema, es parte de estar en Venezuela. Tómele cariño si puede, para que no le afecte tanto y no lo paralice.
Los bustos, por su parte, cada vez se usan menos como monederos, porque la moda ha promovido una nueva inflación, una que si apreciamos todos.
La lata de Garbanzos : inflación
En 1972, vivíamos en La Guaira, compartiendo casa con mis abuelos, tan cerca de la iglesia como aguantaba el presupuesto. La llegada del menor de mis hermanos pedía una casa más grande, de preferencia en una buena urbanización residencial. El trabajo había permitido a mis padres ahorrar Bs 20.000 para comprar el terreno. Para construir 350 metros faltaban Bs 40.000. Como era costumbre, los préstamos se buscaban en la familia, no en los bancos.
María José, hermana de mi abuela y casada curiosamente con José María, hermano de mi abuelo, había hecho buen dinero y con gusto lo ofreció, llevándolo a una de las acostumbradas reuniones mensuales de domingo. La primera vez que escuché a mi hermano José Luis hablar del préstamo, dijo:
- La casa donde crecí, se construyó con un fajo de billetes, que la tía sacó de una teta.
Confirmando la versión con mamá, no era un fajo de billetes sino dos, lo que tiene lógica para nivelar el busto. Eran 80 billetes amarillos de 500 bolívares. Para los que se preguntan ¿por qué llevaba el dinero en el sostén?, lamento no tenerles respuesta. Cuando he preguntado por esa costumbre que aún es vigente hoy, he recibido malas caras y pocas respuestas. El razonamiento más popular sugiere que es un lugar seguro, donde pocos ladrones se atreverían a meter la mano. Una respuesta curiosa sugiere que el papel apilado forma una especie de escudo antibalas, nada despreciable para una ciudad como Caracas.
Con todas las gavetas necesarias para ser atiborradas, se contruyó la casa de donde salieron muchas palabras de mi diccionario.
Con los años, empezó a sobrar el espacio a medida que nos íbamos, y mis padres quisieron mudarse a un sitio más pequeño, donde no diera tanto trabajo atender patios y plantas. Construyeron una vez más en 1997, con un presupuesto de Bs 40.000.000, en un terreno que papá ya había adquirido hace años. Con ese dinero se hubieran construido 1000 casas, cuando se hizo la nuestra.
En 25 años, el precio de construir se había multiplicado por 1000 y los billetes más grandes en circulación eran los de 20.000 bolívares. Afortunadamente teníamos el dinero, porque el pecho de la tía no hubiera soportado 2.000 billetes.
En 2008, se cambió la moneda al extrañamente llamado bolívar fuerte, eliminando tres ceros, para que no nos diera vergüenza tener una moneda tan devaluada. Además, a las calculadoras viejas se les estaban acabando los dígitos.
Si en este momento usted está tan confundido como imagino, haga como yo, cuando le pregunten ¿qué es inflación? Responda que en un país hay inflación cuando el dinero que cabía en una teta, necesita un guacal. Puede pensar también, que con el dinero que construyó nuestra casa, ahora puede comprar unos gramos de bacalao.
Mi papá aún conserva la casa donde crecimos. Luego de dos saqueos, innumerables robos y un horario que pocos podrían soportar, también mantiene abierta su bodega. Testarudez y falta de ideas para su tiempo libre lo mantienen activo. Aunque pocos lo entienden, cada vez que un cliente le dice que algo ha subido mucho de precio, él responde:
- No señora, el producto no está caro, es el bolívar el que no vale nada.
Lo curioso es que lo dice todos los años, porque cada año es igual. Aprenda usted a vivir con inflación, porque no es un problema, es parte de estar en Venezuela. Tómele cariño si puede, para que no le afecte tanto y no lo paralice.
Los bustos, por su parte, cada vez se usan menos como monederos, porque la moda ha promovido una nueva inflación, una que si apreciamos todos.
La lata de Garbanzos : inflación
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