s. f. Cajón corredizo que se encuentra en muebles y escritorios. Usado regularmente para guardar lo que se quiere a la mano. |
Los persas, que eran los mejores del mundo fabricando alfombras, deliberadamente dejaban una puntada suelta en su obra. El fin de este gesto, inexplicable en apariencia, era no dejarse llevar por la idea de que podían hacer cosas perfectas, dejando sólo para las obras de Dios esa posibilidad.
Mi madre por su parte, que no hacia alfombras, honraba a Dios cada día, con especial énfasis en los domingos, donde para ir a misa, había que despertarse absurdamente temprano. Además, había preferencia por la capilla de la escuela naval cuando se podía, para mostrar aún más respeto.
La rutina dominical pasó por años, hasta que pregunté un día:
- Mamá, ¿Dios quiere que vaya a misa con sueño, a ocupar un banco sin atender a lo que dice el cura, sólo esperando sus palabras mágicas: Podéis ir en paz?
Al parecer no, y desde aquel día, pude escoger cuando ir a misa, con la condición de que cuando fuera, prestara atención y compartiera mi opinión sobre el sermón de vuelta a casa, estuviera o no de acuerdo. Así los domingos pasaron a ser solamente, el día de acomodar las gavetas.
Algo más que deben saber de mamá, es que en su vida anterior fue una ardilla. Ella guarda para el invierno (que en Venezuela nunca llega) toda suerte alimentos duraderos como guisantes, aceite de oliva, aceitunas, chocolates, atún, harinas y todos los cereales. También colecciona contenedores plásticos con tapa, que pueda usar en un futuro para guardar algo más (en resumen, más gavetas). Este stress por el espacio vacío (tan útil en la patria de hoy) unido a su habilidad espacial para colocar de canto las latas hasta que la gaveta cierre con dificultad y no abra más, provocaba la ira mensual de papá, y la envidia de cualquier jugador de tetris. Es una cultura de guerra, que terminaba mal siempre por la misma causa: papá necesitaba encontrar algo y escuchaba:
- Debe estar en alguna gaveta, creo que en la cocina
Han sido cinco casas que yo recuerde, con diferentes gavetas que tienen algo en común: nunca han sido corredizas. Están siempre al 115% de su capacidad, y requieren habilidades de escapista para abrirse, desmontando los rieles o metiendo las manos para tratar de aplastar parte del contenido hasta que abran.
Hasta hace dos años, si lo que papá buscaba no se encontraba rápido, empezaba la fiesta de gritos. Llegada la calma y la resignación, él desmontaba todas las gavetas, reclasificaba su contenido, botaba las cosas vencidas y dejaba todo ordenado, hasta el próximo mes. Todo acabó cuando, cansado de la recurrencia y muy molesto, mi hermano le dijo:
- ¿Será que dejamos de tener una discusión por esto? Mamá tiene sus manías, como todo el mundo. Si además de todas las cosas buenas que tiene no tuviera esos pequeños defectos, hubiera sido mucho para usted y no se la hubiera quedado como esposa, con lo que yo no estaría aquí. Dé gracias a Dios por sus manías y sus gavetas, que cada gaveta es el hilo suelto de la alfombra persa.
Hoy las gavetas siguen iguales. Papá dejó de acomodarlas, abandonó las peleas los domingos y mamá duerme tranquila, preparada para una escasez real o imaginaria, saqueo, guerra o revolución bonita. Ya no se acomodan, porque liberar espacio sólo significa que hay que salir a comprar para llenarlo.
Un truco final para buscar atún en casa de mis padres: no empiecen por la cocina. Hay más posibilidad en los topes de las camas (hechos originalmente para almohadas) o en el maletero, si se pudiera entrar y cuya puerta requiere dos personas para cerrar. Tal vez el mueble del televisor de la sala, pero ese lugar ya está muy trillado, y no es seguro.
La lata de Garbanzos : gaveta
Mi madre por su parte, que no hacia alfombras, honraba a Dios cada día, con especial énfasis en los domingos, donde para ir a misa, había que despertarse absurdamente temprano. Además, había preferencia por la capilla de la escuela naval cuando se podía, para mostrar aún más respeto.
La rutina dominical pasó por años, hasta que pregunté un día:
- Mamá, ¿Dios quiere que vaya a misa con sueño, a ocupar un banco sin atender a lo que dice el cura, sólo esperando sus palabras mágicas: Podéis ir en paz?
Al parecer no, y desde aquel día, pude escoger cuando ir a misa, con la condición de que cuando fuera, prestara atención y compartiera mi opinión sobre el sermón de vuelta a casa, estuviera o no de acuerdo. Así los domingos pasaron a ser solamente, el día de acomodar las gavetas.
Algo más que deben saber de mamá, es que en su vida anterior fue una ardilla. Ella guarda para el invierno (que en Venezuela nunca llega) toda suerte alimentos duraderos como guisantes, aceite de oliva, aceitunas, chocolates, atún, harinas y todos los cereales. También colecciona contenedores plásticos con tapa, que pueda usar en un futuro para guardar algo más (en resumen, más gavetas). Este stress por el espacio vacío (tan útil en la patria de hoy) unido a su habilidad espacial para colocar de canto las latas hasta que la gaveta cierre con dificultad y no abra más, provocaba la ira mensual de papá, y la envidia de cualquier jugador de tetris. Es una cultura de guerra, que terminaba mal siempre por la misma causa: papá necesitaba encontrar algo y escuchaba:
- Debe estar en alguna gaveta, creo que en la cocina
Han sido cinco casas que yo recuerde, con diferentes gavetas que tienen algo en común: nunca han sido corredizas. Están siempre al 115% de su capacidad, y requieren habilidades de escapista para abrirse, desmontando los rieles o metiendo las manos para tratar de aplastar parte del contenido hasta que abran.
Hasta hace dos años, si lo que papá buscaba no se encontraba rápido, empezaba la fiesta de gritos. Llegada la calma y la resignación, él desmontaba todas las gavetas, reclasificaba su contenido, botaba las cosas vencidas y dejaba todo ordenado, hasta el próximo mes. Todo acabó cuando, cansado de la recurrencia y muy molesto, mi hermano le dijo:
- ¿Será que dejamos de tener una discusión por esto? Mamá tiene sus manías, como todo el mundo. Si además de todas las cosas buenas que tiene no tuviera esos pequeños defectos, hubiera sido mucho para usted y no se la hubiera quedado como esposa, con lo que yo no estaría aquí. Dé gracias a Dios por sus manías y sus gavetas, que cada gaveta es el hilo suelto de la alfombra persa.
Hoy las gavetas siguen iguales. Papá dejó de acomodarlas, abandonó las peleas los domingos y mamá duerme tranquila, preparada para una escasez real o imaginaria, saqueo, guerra o revolución bonita. Ya no se acomodan, porque liberar espacio sólo significa que hay que salir a comprar para llenarlo.
Un truco final para buscar atún en casa de mis padres: no empiecen por la cocina. Hay más posibilidad en los topes de las camas (hechos originalmente para almohadas) o en el maletero, si se pudiera entrar y cuya puerta requiere dos personas para cerrar. Tal vez el mueble del televisor de la sala, pero ese lugar ya está muy trillado, y no es seguro.
La lata de Garbanzos : gaveta
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