sábado, 15 de febrero de 2014

Identidad

s. f. Rasgos propios del individuo, que lo diferencian del colectivo.
Las antiguas casas de expósitos eran lo que hoy son orfanatos: ahí las madres que no podían hacerse cargo de sus hijos, los dejaban anónimamente. Esos niños recibían apellidos según el santo del día, aunque a veces acababan con el apellido idéntico, que delataba su condición de huérfano: Expósito.

Cuando pienso en identidad, pienso en mi raza, en la bandera de Venezuela, en los apellidos de mi familia, y en todo lo que me trae orgullo. Con esta sensación, entraba a una oficina de identificación en Madeira, donde un hombre salía molesto a toda velocidad. En su carrera, hacía bruscamente una pausa frente a mí, y estrechaba mi mano antes de que pudiera reaccionar, antes de perderse en las calles:

- Mucho gusto, me llamo Pedro … Pedro Nada

En la sala de espera, la recepcionista dejaba de contener la risa y soltaba una carcajada a todo pulmón.

Algo que deben saber de los portugueses, es que es común usar primero el apellido de la madre y luego el paterno. Gracias a la astucia de las oficinistas de Identificación y Extranjería en La Guaira, mi hermano Luis y yo apellidamos por mamá Henriques mientras que mis hermanos menores son Da Silva. Esto nos entretuvo con frecuencia, decidiendo quiénes eran adoptados y quiénes no. El Henriques era de mi abuelo, y el Da Silva de la creatividad de la oficinista de registro en Cámara de Lobos(1), en complicidad con una vecina, que ayudando a mi abuela con los once niños, iba a registrarlos con los apellidos que recordaba o mejor le parecían.

Mientras tramitábamos nuestra nacionalidad europea, a la que teníamos derecho por sangre, fui a Portugal para verificar que los registros fueran correctos, y evitar un apellido nuevo en mi Billete de Identidad. Fue allí donde tropecé con Pedro, un inmigrante de Angola, que se casó con una chica portuguesa. Por una razón que desconozco, con el matrimonio tomó el apellido de su esposa, cambiándolo por el suyo y convirtiéndose en Pedro Figueira. ¿El motivo? sólo se me ocurre que no quisiera ser reconocido como angoleño para evitar discriminación.

A estas alturas deben haber notado que muchos apellidos portugueses son árboles frutales. Según la especulación, son producto del cambio de algunos apellidos judíos. Así, Pereira viene de Pera, Macieira de Manzana, Oliveira de olivo, Figueira de higos, etc.

Luego de cinco años de matrimonio, Pedro se divorció y acudió de nuevo a la oficina de Identificación, para solicitar que de su Billete de Identidad, fuera removido el apellido de su esposa. Esto, literalmente fue lo que hicieron. Cuando Pedro buscó su nuevo documento, no tenía apellido, sólo el Nombre: Pedro.

Luego de una discusión que se había subido de tono, por lo que toda la sala se enteró de la historia, Pedro explicaba que no podía salir a la calle sin apellido, que para él era obvio que remover el apellido de su esposa implicaba volver a poner el suyo. Entendía que no lo había escrito, pero que ellos contaban con su expediente y que debían ser capaces de hacer algo más de lo que habían hecho. Los gritos incluían frases como:

- Hasta los huérfanos tienen Expósito. Yo sé quién es mi mamá.

La testaruda oficinista, digna representante de los empleados públicos, que encajaría perfecto en las oficinas de Venezuela, le enseñaba la solicitud:

-    Usted puso “Quitar el apellido Figueira” no puso colocar otro. Eso fue lo que hicimos, es su culpa. Haga otra solicitud (no hoy, le toca los jueves) y venga en un mes. Mientras tanto usted no tiene apellido.

Durante un mes, el angoleño tendría que responder todos a los días a la pregunta: ¿Pedro qué? sólo podía desearle buena suerte. La recepcionista, tras parar de reír, contando a los recién llegados lo ocurrido, concluía su relato con una reflexión interesante:

- Igual él no era nadie. Desde que tomó el apellido de su esposa quedó sin identidad. Si dos personas se juntan no pueden volverse una. Una pareja es como esas columnas que sostienen el techo triangular en la entrada de las casas. Si se alejan demasiado la casa se cae, pero si se juntan hasta volverse una, cae también. La gente no distingue “apoyarse” de “recostarse”. Recuperar su apellido es fácil, lo difícil es explicarle a la gente que durante cinco años, él fue otro. Sus logros son ahora de un extraño. Debería estar prohibido que hombre o mujer tome el apellido del otro.

Tengo amigos que han homologado desde sus gustos hasta su forma de vestir. Han hecho común a su equipo favorito de fútbol, a su género de películas y a sus comidas preferidas, en nombre de la convivencia, al amparo de la comodidad. Eso me parecía una relación normal, que se fortalecía. Hoy creo, sin que nadie tenga que estar de acuerdo, que la identidad es algo que se pone en riesgo cuando uno se enamora, de una mujer o de otra bandera.

La lata de Garbanzos : identidad
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(1) Un pueblo pesquero en la zona centro-oeste de la isla de Madeira, Portugal. Hace muchos años, era el hogar de la foca monje, conocida por los portugueses como “Lobo Marinho" o Lobo marino. De ahí su nombre.

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