s. m. Opción que se toma entre varias, en función de una preferencia. |
A pesar de haber dormido poco la noche anterior, ese sábado subí al Ávila. Al llegar me acosté en la grama a tomar algo de sol como una iguana, cerca de un joven que conversaba con la que podría ser su madre, en un banco a unos metros. Mi abuelo decía que tengo oído de perro, por lo que escuché su conversación. Reconozco que no hice mucho esfuerzo por evitarlo.
Sin quererlo, estaba de oyente en una consulta privada. La señora resultó ser una clarividente y el muchacho algún amigo o cliente, con una duda ya tan popular como aburrida: irse o no del país. Al principio pensé que debía alejarme, pero el pensamiento no duró mucho. Esto escuché:
- Andrés, gracias por la invitación, fue un buen ejercicio y la vista una gran recompensa. Dime ahora ¿qué quieres saber? ¿Cuáles cuerdas tientan tu mano? ¿Qué pasa con Alicia?
Andrés habló por un rato de una relación que se había vuelto aburrida y gastada, culpando a un país que los estaba abrumando. Quería cerrar un ciclo y abrir otro, pero no lograba dar el paso de abandonar lo que había construido: un trabajo regular, una casa y dos hijos acostumbrados a sus abuelos. Necesitaba saber, dónde estaba su futuro. Esto recibió como respuesta:
- En tu futuro siempre estará Venezuela, porque el vínculo de nacimiento no se puede romper. Puedes ir prestado a otras tierras, pero ésta siempre será la tuya. No hay un solo futuro, aunque a veces lo parece. Todos los días, a toda hora tienes opciones. Yo he tenido la bendición de ver esas opciones, parte de ese mundo invisible a la mayoría. Veo en el aire cientos de hilos que nacen de cada ser vivo. Cada cuerda es un camino que te lleva si lo deseas, a un espacio distinto, a un futuro diferente. Aunque muchas cuerdas terminan en el mismo sitio, recorren tiempos y lugares distintos. Yo no debo decidir en tus cuerdas. Si te sirve de ayuda, las dos que se te presentan ahora llevan a la misma tierra.
Con cara de resignación, Andrés agradecía la respuesta, aunque notoriamente no era la que esperaba. Luego de un rato de silencio ella continuó:
- Quieres escuchar otra cosa. Entiende lo que te digo. Si quieres irte hazlo, vuelve lo que tienes mil pedazos, es tu decisión y tu derecho. En una de las cuerdas hay nostalgia y tristeza, porque la emoción de lo nuevo no puede ser sino eso, algo que dura lo que tarda la novedad en convertirse en costumbre. Paga el precio del dolor y tendrás lo que ansías, habrás vivido tu deseo y no tendrás la duda de lo que pudo ser.
No podía dejar de pensar en lo hábil de la respuesta, todo era válido, no se comprometía en una recomendación. Andrés podía hacer lo que quisiera, pero el final iba a ser el mismo. No estaba oyendo lo que esperaba y parecía más confundido. La clave venía a continuación:
- Toda elección es una renuncia. Subimos a la montaña y dejamos de ir al parque. Si almuerzas pasta, renuncias a la pizza. Tomas un trabajo al descartar otro. Si compras una camisa azul, dejas la amarilla, si compras las dos dejas de ahorrar dinero. Llámalo Costo de Oportunidad, si quieres un nombre elegante. Las elecciones tienen precio y traen abandonos. Cuida que tus elecciones no estén nubladas por el brillo y la publicidad, no compres los sueños que ya no tienen valor, porque fueron pero ya no son. Veo que lamentas no haberte ido ya, sientes el fracaso de haber esperado tanto. Tu éxito no depende de que tan rápido te fuiste, sino de lo que luchaste por quedarte.
No entendí cómo veía la señora las cuerdas, pero aprendí ese día que debemos parar un momento al tomar una decisión, y dar una oportunidad a las opciones, a la renuncia obvia. Total, si mis cuerdas me llevarán al mismo punto, mi convicción de hoy compensará lo perdido, sin daños a terceros.
Para los que se pregunten qué decidió Andrés, lamento no saberlo. Se fueron antes de la conclusión. Por supuesto no iba a preguntar, porque una cosa es ser un oyente accidental y otra un periodista no invitado.
La lata de Garbanzos : elección
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