viernes, 8 de enero de 2016

Destino

Fuerza desconocida que actúa de forma inevitable sobre las personas y acontecimientos

Hay algunas cosas de las que tengo certeza, aunque no tengo su explicación científica. Y me he preguntado ¿dónde las aprendí? porque no recuerdo haberlas leído o escuchado. Una de esas cosas es: No todos los caminos conducen a Roma, hay 8 ciudades más en el tablero.

Jugamos en un aeropuerto con nueve puertas, nueve hilos a buen destino. Con ayuda para llegar (guías, ángeles guardianes, intuición o como los quieran llamar). Por cierto, tienen prisa por entregarnos a salvo. Aunque no quisieras participar, es como detenerte en una banda transportadora o una escalera eléctrica: una vez ahí, te sigues moviendo. Cuando yo volaba parapente, sentía que el mundo se congelaba, como si yo estuviera en el centro y el paisaje se desplazara, pero era mentira, sólo era la sensación de mi punto de vista, la realidad es que me seguía moviendo, así funciona esto.

El reto, lo realmente difícil es no perder tiempo en la puerta que no es nuestra, y diferenciarla de una que requiere esfuerzo, que se acompaña de dificultades, porque la felicidad está detrás. Nos preguntamos: ¿Cuántos intentos hacer? ¿Cuánto resistir? ¿Cuándo rendirse? Unos ceden al primer intento, otros ponen “la otra mejilla”, y están los que saben que “la tercera es la vencida”. Pero hay un grupito que aguanta sin fin, pensando “que no hay quinto malo”, que el premio es tan valioso que todo se justifica. Si ellos lo logran, encuentran yeso con pan de oro, dorado por fuera pero sin valor por dentro. No los apoyo, pero los entiendo, si yo tuviera sólo una puerta, o al menos eso creyera, sería empujado por miedo a la resignación.

El día que empecé mi camino a Santiago, en el aeropuerto de Tenerife, mi plan tenía un vuelo a Madrid, un tren a Pamplona y un autobús a Roncesvalles , todo el mismo día ... Cuando vi las puntas de los albergues de Roncesvalles, a unas cinco millas de la frontera, supe que había valido la pena el esfuerzo. Tenía una litera en Itzandegia por una noche, en una gran nave de piedra del siglo XII, restaurada y administrada por La Colegiata. Me dolían mucho las pantorrillas, pero estaba en el lugar correcto, el día que debía estar y no dos días antes, con las personas correctas. El ronquido de 120 peregrinos no era capaz de quitarme el sueño.

Mientras me quedaba dormido, rebotaba en mi memoria el pronóstico del clima en Caracas:

- Tú y tus ganas de perder el tiempo. Entiéndelo de una vez, nunca vas a ser feliz con otra, yo soy tu destino.

Recordaba la decepción que me provocó, el sentimiento de que, en lugar de un legítimo buen consejo, era un epitafio, la amenaza que se aprovecha del miedo. Estaba olvidado. También recuerdo el reconfortante pensamiento de 8 ciudades que aún podrían recibirme, de que el destino es una pluralidad de buenos sitios para escoger donde quedarse. Si tiene usted más de uno como yo, aprovéchelos y llegue sin temor a alguno, todos son distintos, pero todos son buenos. Si no, y le ha tocado sólo 1, tenga paciencia y aprenda italiano, que en Roma hace falta.


La lata de Garbanzos : destino
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