jueves, 31 de julio de 2014

Empaque

s. m.Envoltura que contiene productos de manera temporal, principalmente para agrupar unidades pensando en su manipulación, transporte y/o almacenaje


Cinco extraños en el mismo albergue, a la misma hora, hacíamos lo mismo: dejar la carga en las estanterías, en la zona de intercambio. El agua caliente relajaba el cuerpo, y aclaraba la mente. El cartel daba sabiduría e instrucciones: DEJE LO QUE LE SOBRE, TOME LO QUE NECESITE.

Antonio tenía escuelas en Brasil y Melanie producía televisión en Canadá mientras Sonja atendía reptiles en Austria e Ishiro diseñaba circuitos integrados en Tokio. El menor (Franz) estudiaba medicina en Alemania. El tatuaje común: los hombros con marcas rojas, hechas por el roce de las asas del morral. El primer día nos enseñaba que cruzamos los Pirineos con demasiado peso, que no hacía falta tanto. Dejamos ropa, gorras, tenis, botellas de champú, acondicionadores y más. Todo era pesado, innecesario o incómodo. Una chaqueta de microfibra, un mono de media pierna desmontable y dos franelas fáciles de lavar tendrían que ser suficientes.

Antes de dormir, la primera misa del Camino: tres sacerdotes y varios idiomas, bendecían a los peregrinos para el reto, y nos deseaba buenaventura hasta Santiago. Mientras Mel trataba de entender por qué había entrado, si ella de la religión pasaba sin prejuicio ni arrepentimiento, mi mente escuchaba el sermón en background y mis hombros resentían el roce. Mi mente razonaba:

- Aquí toda la gente es nueva, acá no hay que demostrar nada, ¿por qué empaqué tanta tontería? Todos son extraños, todo es nuevo. Tus conocidos, incluida Constanza, están en Caracas. Es momento para reinventarse.

Si uno tiene muchos amigos, debe alegrarse si sólo salen mal dos o tres. Constanza es una de las que nos salió mala. Mala porque aunque todo lo hace de corazón, ella no emite comentarios sino epitafios. Candidata a tener algún grado de Asperger, si le ofreces galletas te responde que le suben el azúcar y se puede morir. Si le muestras un nuevo reloj, te recuerda la inseguridad que hay en Caracas y cuantas personas han muerto el último fin de semana por robo. Si alguien menciona la palabra cáncer, ella responde ¡Horrible forma de sufrir, yo seguro tengo! Hablar más de dos horas seguidas con ella, podría convertirse en causa justificada para lanzarse al metro. La recordé en ese momento porque en el cumpleaños de mi hermano, le regaló uno de sus inusuales elogios:

- Incomprensible. ¿Cómo te casaste con una mujer tan hermosa, siendo tú tan feo?

Él sólo respondió, logrando confundirla y callarla:

- Normal que no lo entiendas, es culpa del envoltorio: ¡Yo con ropa pierdo mucho!

Con excepción de la comunidad nudista, desde que nacemos nos acostumbran a la pena, y a tapar el cuero. Otrora herramienta para el frío, hoy día la ropa nos cambia continuamente, forma parte de nuestra tarjeta de presentación. La acumulamos sin límite. Además, si el vestir o el barbero no fueran suficientes pero el dinero sí, las cirugías reconstruyen narices, muslos, caderas, senos, y cuanto pueda generar complejos, sensación de envejecimiento o distancia de nuestros ideales. La industria del empaque parece no tener límite, mientras cubre nuestros vacíos. Cuenta mi madre que yo era de esos niños que al abrir un regalo, lo dejaba de lado rápidamente y jugaba con la caja. ¿Sería por eso el viejo gusto por las envolturas? La buena noticia es que como todo lo aprendido, es susceptible de desintoxicación, y toma menos de un mes. Usted necesitará sólo diez horas de caminata diaria.

Por todo el norte de España reconoces a los peregrinos por las mochilas, las botas y los bastones, pero sobre todo, aunque no lo notas a primera vista, porque no van muy envueltos. La gorra vuelve a ser para protegerte del sol y la chaqueta para el frío y el viento. Las botas amansadas y la doble media no son para verse bien o ser más alto, sino para protegerte los pies. Una franela debe ser fácil de lavar y exprimir con las manos, secándose con un poquito de sol. Los días van borrando la necesidad de adornos, y a las chicas se les olvida el maquillaje, porque hasta la piel necesita respirar profundamente.

Sólo un mes, para no ser el mismo, para que no te importe más. Luego de un mes, regresando a Caracas, haces otra escala en Tenerife, y lo primero que haces instintivamente es pedir la lavadora para vaciarle el morral. Mientras esperaba para llenar la secadora, rechacé la invitación a salir, no tenía calcetines secos. Fue entonces cuando supe que volvía, mientras mi hermano apuntaba al cuarto de huéspedes, con una sonrisa:

- ¿Para qué esperar? ¿De quién son esas dos maletas a reventar de ropa?

¡Pues mías! Creo. Me quedé un rato mirando el inventario, reconociéndolo. Franelas, calcetines, remeras y shorts de todos colores. La primera impresión fue repulsión, una sensación de desperdicio, de estar viendo ropa mal escogida, poco práctica: ¿Para qué tenía tanta ropa? Debe pesar un montón, esas telas no sirven, tanta costura, tantos botones, no se deben lavar o secar fácil. El morral, que se había vuelto mi casa, sólo tenía espacio para una franela azul y una negra, que eran ligeras, que eran mías. Yo no era esa ropa, yo no acumulaba. Si pongo más ropa hay que sacar la cama (el sleeping bag) o la toalla (el cuero de nadador).

Aunque terminé poniéndome la ropa de la maleta para salir, me acompañaba ese sentimiento de que era ropa prestada, de que ya no me representaba. Si quería buscar algo, era un jean y una franela blanca, sin cuello, ligera y algo transparente, porque lo demás es envoltorio, una forma de ocultar lo que somos, para mostrar lo que los demás dijeron que debemos ser.

Desde entonces, como regla, si compro una pieza de ropa, su equivalente se regala al primero que la necesite. El espacio vale mucho para mí, como para ocuparlo con inutilidades.


La lata de Garbanzos : empaque
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martes, 29 de julio de 2014

Culpa

s. m.Sentimiento de responsabilidad o remordimiento por alguna ofensa, crimen o equivocación, ya sea éste real o imaginario


En mi familia, los hombres tenemos siempre a mano una caja de herramientas. Las mujeres tienen un equivalente: una gaveta con pega (tubos de silicona, una pega “loca” y una latica de pega de zapatero, que nunca será usada para los zapatos). Todos estamos listos para “arreglar” cuando haga falta.

Con la limpieza, el descuido, o simplemente el uso, en casa de mis padres se rompían cosas, teniendo especial predilección por los adornos. Casi nunca roturas fulminantes, candidatas a la pega. Así se repararon materos, asas de tazas, brazos de bailarinas de porcelana, marcos, adornos de vidrio y algún azulejo. En contra del feng shui [1], lo reparado no solo era conservado, sino promovido al uso diario. De lo roto, lo más usado era un plato blanco, astillado en el fregadero. Era un plato sencillo, que no debía costar más de un par de dólares, y que astillado nada valía.

Había tres juegos de platos: dos de la boda de mis padres y otro conocido como “los de diario”. Los primeros eran pesados, decorados con oro y costosos, poco prácticos para el día a día. El temor a romperlos o “descompletar” el juego, reservaba su uso para ocasiones especiales, que nunca llegaron. El plato roto de diario siempre iba a la mesa, siempre para papá, junto a algún clavito de olor [2] de la mezcla de especias portuguesas a base de pimentón que mamá usaba. Ella pensaba que como ya estaba roto, debíamos tentar a la suerte, para que si venía otra astilla, como un rayo, cayera en el mismo sitio. Al final nunca pasó, y por años usamos el plato roto, al que llamamos “el plato de la culpa”. Lo bautizamos así porque cuando preguntamos a mamá: ¿por qué no lo bota? Respondió:

- Es una astilla muy pequeña. Me da pena botarlo, fue mi culpa que se rompiera. Así recuerdo que debo tener más cuidado.

Yo nunca entendí eso de la culpa, y debo admitir que la sentía poco. Según Martha, yo tengo las glándulas del remordimiento atrofiadas. Al parecer no las cultivé lo suficiente, aunque hice lo que todo el mundo: escuché historias tristes, recibí regaños por dejar la comida, estudié en colegio de curas, supe lo que habían dejado de hacer mis padres por cuidarnos, y los domingos en misa repetía al unísono, dándome golpes en el corazón:

- … he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego [3]…

Pese a todo eso, sin remordimiento cancelaba cualquier cita si tenía mucho trabajo o aparecía una mejor opción. Tampoco me importaba si me cambiaban un plan a mí, entendía que todos pueden tener una mejor opción. Cuando eso pasaba, Martha usaba su monosílabo favorito:

- ¿Y?

A lo que respondía sin malicia:

- Y ¿qué?

Eso la ponía de mal humor y volvía la conversa de la glándula. Incluso una vez recurrió a la astrología:

- Si cancelas te tienes que disculpar, prometiendo compensarlo con creces de alguna forma, te tienes que sentir mal, ¿cómo no te lo ha explicado nadie? Lo que pasa es que tu Saturno es mudo. Tu juez es mudo.

Al parecer no se refería al planeta de los anillos, sino a una especie de voz de mi conciencia (que yo había puesto en off) y que permite a los demás manipularte. Originalmente diseñada para mantenerte alerta al peligro, la sociedad la ha vuelto una herramienta de manipulación, muy usada por gobernantes, evangelistas, pastores y cónyuges.

En el mundo de Fernando, la culpa se cultiva en la tierra fértil del remordimiento, en el sentir que no “mereces” las cosas, y que has recibido algo por lo que no pagaste o trabajaste lo suficiente. La iglesia te promete perdón por los pecados cometidos, o benevolencia a los futuros, aunque “no lo merezcas”. Los gobiernos dan misiones, dólares preferenciales, gasolina barata y alimentos regulados, mientras aclara que hace un gran esfuerzo para “regalarte” cosas, que no recibiste antes ni mereces. Luego te cobran caro esa caridad mal entendida, muy caro. Pagas con la moneda de la lealtad, de la aceptación del abuso, de la entrega de tu herencia. La culpa llama al castigo.

Como nada es para siempre, en un desayuno de domingo donde mi papá estaba de inusual buen humor, vio el plato reluciente esperando ser servido. Sin explicación, y creo que sin pensarlo mucho, lo tomó y lo dejó caer al suelo, partiéndolo. Aunque nadie preguntó, respondió:

- Hace tiempo se me quería caer. Mamá y yo ya pagamos suficiente.

Cuando la culpa baja la guardia, entiendes que vive en ti porque la alimentas. Cuando valoras tu trabajo y entiendes tus derechos, el merecimiento crece y ya no estás dispuesto al castigo. La culpa es un sentimiento frágil, que hay que romper para que no te manipule.

De la mayor parte de las vajillas de lujo, dio cuenta el deslave de la Guaira en 1999. De cuidarlas tanto, muchas piezas nunca se usaron y terminaron frustradas y rotas en el mar. Lo que sobrevivió fue promovido “al diario”.


La lata de Garbanzos : culpa
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[1] Literalmente 'viento y agua', es un sistema ancestral de estética chino que utiliza las leyes del Cielo (astronomía) y la Tierra (geografía) para mejorar la vida recibiendo qi positivo. Es una disciplina reconocida ampliamente como pseudo-ciencia. En particular evita mantener cosas rotas o gavetas que no abren con facilidad.
[2] Especie aromática usada para preparar platos dulces y salados. Su sabor/olor es referido como “pasta de dentista”.
[3] Extracto del Acto Penitencial.

miércoles, 23 de julio de 2014

Rico

s. m.Que tiene abundancia de una cosa (dinero, bienes, sabor, ideas, etc)



Durante la segunda cena, Raúl nos contaba de sus invitaciones a Arabia Saudita, donde siempre era acompañado por dos guardaespaldas, una anfitriona y un asistente (cuyo único trabajo era cargar su portafolio). Con más de 50 patentes registradas de productos farmacéuticos, parecía claro que nos hablaba un hombre rico.

Era 1997. Cinco venezolanos y un cubano, sentados en un pequeño restaurant en Grand Place (Bruselas, Bélgica) a la salida de EUREKA. El día había sido largo, pero estábamos contentos y casi todos disfrutábamos la cena. Todos menos Helena, que por accidente había pedido ancas de rana, y ahora compartía la cena con Cecilia. Llegada la cuenta, la pagamos entre todos, y Cecilia ofreció una buena propina. De carácter alegre y gusto impecable en el vestir, a ella también la habíamos supuesto: una mujer rica.

Luego de la cena, mientras caminábamos por la ciudad, buscando el Manneken Pis [1], Helena hizo una pregunta imprudente:

- Raúl, un médico como tú, ¿cuánto dinero gana?

Dicen que las preguntas simples tienen respuestas simples, pero éste no era el caso. Mi hermano mayor decía, cuando yo era chico, que una persona rica es aquella que logra acumular un millón de dólares. Raúl estaba a muchos pueblos de eso, pero respondió con gusto:

- Yo gano casi 100$. Y antes de que me digan nada, les voy a explicar. Yo con eso en Cuba, soy muy rico. Tengo acceso a bienes y servicios que casi nadie tiene, me sobra el dinero. Un médico normalmente gana 20$. Claro, fuera del país es otra cosa. Sólo puedo salir de vacaciones si mi familia me invita. Fuera de mi burbuja, no puedo pagarme ni un hotel.

Mentalmente todos calculamos nuestro salario en dólares. No tenía sentido, tanto conocimiento, tanta experiencia y patentes. La situación escapaba del entendimiento. La imprudencia de Helena sacaba sus conclusiones, y con la delicadeza de un rinoceronte, ofrecía ayuda sin preguntar:

- Mucha burbuja, pero es que eres como un pájaro en una jaula, donde hay mucha comida y columpios, pero no puedes dejarla. No sé si la puerta está abierta, ¿podrías salir del país y trabajar en otro lado si quisieras? Cecilia seguro te puede ayudar. Ella tiene cara de conocer mucha gente.

Raúl prefirió no responder, y sólo murmuró un pequeño: “no lo entenderían”.

Rezagado en la caminata, razonaba con Cecilia la situación. ¿Se puede ser rico geográficamente? Me imaginaba al personal de emigración en el aeropuerto, con un sello que en lugar de “SALIDA” dijera “LIBRE pero POBRE”, prometiendo que si regresas te ponen el sello de “RICO”. ¿Qué pensará Forbes de eso? Ella reía y me explicaba:

- Deja de pensar que la palabra rico refiere sólo a dinero, hay mucho más involucrado. Y deja de pensar en cuanto hay que alcanzar. Eso no tiene fin, y medido así siempre serás pobre respecto a alguien. Yo ayudo a muchísima gente, que tiene más dinero que yo, porque lo que tienen nunca les alcanza. Rico no es el que lo tiene todo, sino al que nada le falta.

Casi 20 años después, con 15 años de revolución, y una inflación digna de libro de records, el salario de Raúl ya no escapa de nuestro entendimiento. El salario mínimo en Venezuela ronda los 50$, con pronóstico de seguir cayendo. Éramos un país rico, un país petrolero, nunca nos calzó eso de república bananera, aunque cambur es lo que sobra. ¿Ya somos un país pobre, o todavía falta? ¿Será que al final es una cuestión de actitud?

Si Cecilia tiene razón, es una pregunta sin sentido, porque no la he completado: ¿Rico en qué? Venezuela seguirá siendo entonces mestiza: rica en sol y clima, en sabores, en humor y belleza; mientras empobrece en aspiraciones, educación y futuro. La envidia y el egoísmo crecen mientras las cosechas se secan. Para que haga sentido, terminemos de retirar la estatua de Maria Lionza [2] de la Autopista del Este, para poner una versión del Niño que mea, que parece ser lo único que nos falta, a los que transitamos por el país.


La lata de Garbanzos : rico
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[1] En dialecto bruselense: Niño que mea. Es una estatua de bronce de 61 cms, situada en el centro histórico de Bruselas (Bélgica). Es un niño pequeño desnudo orinando dentro del cuenco de la fuente. Junto con el Atomium y la Grand Place es una de las atracciones principales de la ciudad, simbolizando el espíritu independiente de sus habitantes.
[2] Una diosa de principios de siglo, adorada por campesinos de la región de Yaracuy, en las sierras de Sorte. Su devoción mezcla ritos católicos, indígenas y africanos; con elementos yoruba y vudú. Aunque indígena, se representa como una desnuda mujer blanca y atlética, con una corona de oro, una rosa y un banderín que reza: protectora de las aguas, Diosa de las cosechas. En su escultura más conocida, extiende las manos y sostiene un hueso de pelvis (símbolo de la fertilidad) montada en una danta que aplasta serpientes (símbolos de la envidia y el egoísmo).

miércoles, 16 de julio de 2014

Silencio

s. m.Ausencia de sensación auditiva, necesaria para tener claridad de nuestros actos y pensamientos.



Como ovejas a paso acelerado, nos hacíamos camino a la salida del metro de Caracas, estación Capitolio. Las metas eran, entre otras, no ser atropellado por el río de gente que acompañaba, sortear vendedores de tarjetas telefónicas, mapas, cigarrillos y todo tipo de chécheres, y estar atento para que no me robaran el celular o la cartera. La firma de un documento requería ir a la oficina de Registro, y el auto no era opción por la falta de estacionamiento en el centro de Caracas.

Como si el tumulto no fuera suficiente, un encuestador encima de un taburete, preguntaba rápido y al azar:

- Señor, señora ¿qué le pide usted al gobierno?

Ignorado por la mayoría, anotaba algunas respuestas, entre serias e irónicas: ¡salud!, ¡trabajo!, ¡seguridad!, ¡pasajes y dólares!, ¡una casa!, ¡que me cambien a mi mujer!, etc. Una anciana, a la que todos esquivábamos porque no caminaba al ritmo del colectivo, volteó al encuestador y le dijo:

- Yo le pido silencio

Sin entender su solicitud, seguí mi camino. Dos horas después, ya firmado mi documento y casi registrado, debía esperar el horario de la tarde para recogerlo. Mientras los oficinistas almorzaban, caminé un rato buscando un banco para esperar, y terminé entrando en la Catedral, donde había muchos vacíos, pues no era hora de misa. En las primeras filas, la anciana de la estación estaba sentaba en una esquina. Como la curiosidad pudo más que el temor a interrumpirle algún rito, me presenté con respeto, y pregunté por su inusual solicitud.

- Si mijo, le voy a explicar. Yo soy devota de la Madre Teresa de Calcuta. Ella decía que el fruto del silencio es la oración, el de la oración es la fe, y de la fe nace el amor. El fruto del amor es el servicio. Al presidente y a su camarilla, los elegimos para servirnos, no para hablarnos sin oírnos. Estoy cansada del ruido.

Ahí concienticé, que estábamos siendo atacados. Algunos pueden haber recibido golpes y cárcel en el proceso, pero el verdadero maltrato socialista del siglo XXI, el que llega a todos, son los recurrentes discursos de odio, las cadenas y la propaganda. Dejaron de servirnos, para ocuparse en convencer y adoctrinar, para matar a la gente desde adentro, para envenenarnos de palabras. Con el tiempo y el desgaste dejamos de luchar y morimos de cansancio, mientras nuestras expectativas dejaron de ser la educación, una casa, un auto o una vida mejor, y se satisfacen con boletos de café[1].

En 2007, en Santiago de Chile, el rey de España Juan Carlos I, con una dosis de malacrianza y falta de protocolo, preguntó a Chávez: ¿Por qué no te callas? Me pregunto si lo que quiso decir fue: ¿Por qué no sirves a tu pueblo? El silencio es servicio.

Luis dice que tenemos una boca y dos orejas, y eso tiene que significar que debemos escuchar con paciencia el doble de lo que decimos. Yo creo que tenemos el derecho a decidir qué escuchar, o parar de hacerlo si está llegando basura. Con tantas cosas buenas por oír, en la calle, en la red, o en la Catedral de Caracas, me niego a seguir envenenándome. Ya no los escucho, aunque sé que tiene sus desventajas. Entrené a mi oído para convertir sus palabras en ruido de fondo, y ahora todos hablan como la maestra de Charlie Brown[2]. Les regalo el resto de la sabiduría de una anciana sin nombre, sentada ante el altar:

- Si quieres encontrar a Dios, Él no está entre el ruido y la intranquilidad, Él es amigo del silencio. Los árboles y la hierba crecen en silencio; las estrellas, la luna y el sol, ¿cómo se mueven? en silencio. Necesitamos silencio para tocar el alma de nuestro prójimo.

Como vivimos en la ironía, esto pasó en El Silencio, una zona antiguamente llamada El Tartagal (1567). Era un nombre más bonito, pero creo que estaban gritando mucho, porque una epidemia causó la muerte a todos sus habitantes, sin palos ni piedras. Así es el silencio, así es el servicio, cuando lo necesita, como nosotros en el metro, se abre camino entre la gente.

La lata de Garbanzos : silencio
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[1] Medio de pago, usado en países de América (Costa Rica, Guatemala, Cuba, Colombia, entre otros). Su origen más probable es la falta de monedas, o su bajo valor. Fueron creados por los cafetaleros para pagar a sus trabajadores, que luego los usaban para comprar en los pueblos. Eran hechos de bronce, cobre, plomo, celuloide, aluminio, hierro, plástico, cuero, papel, cartón y hasta de hueso.
[2] Personaje principal de la serie de tiras cómicas conocida como Peanuts, por Charles Schulz. También refieren a ella como “Snoopy”, el nombre del perro mascota.

martes, 8 de julio de 2014

Éxtasis

s. m.Estado de plenitud, iluminación o claridad espiritual, de índole física, filosófica o espiritual


Con mucha calle en los zapatos, y sin frotar en la alfombra, llegaba a casa de mi tía Natividad, en donde la puerta siempre estaba abierta, para recibir con gusto a propios y ajenos:

- ¡Eu! ¿Cómo estamos por acá?

Sin percatarme del día y la hora, mi comentario interrumpió un rito que exigía silencio. Sentada descalza sobre sus piernas cruzadas, contemplaba desde su silla a su casa reflejada en el piso, refresco en mano. Sólo levantó la mano hacia mí sin voltear, como la cortesía que pedía silencio. Supe inmediatamente que debía cerrar la puerta y volver luego, cuando el éxtasis se hubiera esfumado.

Los sábados, mi tío y los primos tenían que prepararse el desayuno, porque mi tía iniciaba su trabajo en el piso. Levantando sillas, columnas de cerámica y alfombras, el piso de granito blanco se preparaba para recibir detergentes, esponjas, coletos, cera y pulidora. Era un trabajo de horas, que podía terminar muy tarde, sólo interrumpido por hacer almuerzo y hablar por teléfono con mi madre y sus cuñadas.

Al terminar, se sentaba a contemplar el resultado de su esfuerzo. Ese momento de descanso mezclado con satisfacción, exigía respeto. La imagen de los muebles reflejados en el piso que parecía un espejo, ignoraba el cansancio del cuerpo y los asuntos cotidianos. Se trasladaba a un espacio de disfrute y paz, producto del cansancio y la satisfacción del trabajo duro. Imagino que lo compartía con los indios bolivianos de los altiplanos, que usaban las hojas de coca, regalo de Kjana-Chuyma [1], para llegar allí. Mi tía, más moderna, se servía de la coca-cola del imperio, en donde los nativos americanos le abrían el camino a Lemuria [2].

El camino a nuestro espacio de tranquilidad, a nuestra Lemuria, lo puede promover el yoga, la meditación o el deporte intenso. Yo lo he encontrado nadando, mientras veo pasar los azulejos en el fondo de la piscina, en los días de 14 horas, o en el último tramo de las carreras de 10K, cuando las piernas ya no quieren dar más. Mientras más arduos son los días, más prolongado el descanso, más satisfactoria la recompensa.

Cuanto más se lucha por lo que se quiere, y mientras más difícil sea, más valor tendrá la recompensa. Para los que luchan por el país, agradezcan las dificultades, la tozudez de los dictadores, los golpes, el camino y el aprendizaje. Sólo se está mejorando la meta. En lugar de acabar con nuestro aliento, como a los indígenas nos llegará fuerza y nueva energía, para entender el valor de la tierra que nos parió, y por la que no es justo pasar sin dejar huella.

La lata de Garbanzos : éxtasis
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[1] Hijos míos, voy a morir, pero antes quiero anunciarles lo que el Sol, nuestro dios, ha querido en su bondad concederles por intermedio mío: Encontrarán unas plantas de hojas ovaladas. Cuídenlas con esmero. Con ellas tendrán alimento y consuelo. En las duras fatigas que impone el despotismo de los blancos, masquen esas hojas y tendrán nuevas fuerzas para el trabajo. En los desamparados e interminables viajes el camino les será breve y pasajero. En el fondo de las minas donde los entierre la inhumana ambición de los que roban el tesoro de nuestras montañas, bajo la amenaza de rocas prontas a desplomarse, les ayudará a soportar la oscuridad y el terror. Cuando su espíritu melancólico quiera fingir a un poco de alegría, las hojas adormecerán la pena y les darán la ilusión de ser felices. Cuando quieran escudriñar su destino, un puñado de hojas lanzado al viento les dirá el secreto que anhelen conocer. Y cuando el blanco quiera hacer lo mismo, le sucederá lo contrario. Su jugo será un vicio repugnante y degenerador, que les causará idiotez y locura.
[2] Leyenda. Civilización antigua, que existió antes y durante la Atlántida, se ubicaba entre América y Asia-Australia. Al hundirse en el mar, algunos piensan que los directos descendientes de los lemures son los nativos americanos. Otros, que son los Aramu, que vivían entre Perú y Bolivia en el lago Titicaca, originando el imperio Inca luego del desastre continental.

martes, 1 de julio de 2014

Perdón

s. m. Acción y resultado de olvidar la falta que alguien ha cometido, desechar u olvidar la deuda.


Recibir la Compostela(1) con tu nombre en latín, es parte de los regalos del Camino de Santiago. Simboliza el perdón de los pecados cometidos hasta entonces en la vida, entendiendo la peregrinación como una penitencia. Además, te incluye en la misa del peregrino, donde los sacerdotes te dan la bienvenida, por tu nombre y el país de dónde vienes. Es un momento gratificante, que recomiendo a todos. Supongo que en el siglo pasado, el Camino debió ser una travesía dura, pero hoy es un espacio de disfrute, lleno de ecología, arte, arquitectura, buena comida e inmejorable compañía, aunque no por ello, libre de esfuerzo.

La catedral cuenta con muchos confesionarios, para la escucha de imprudencias en todos los idiomas: pecados en francés al confesionario 5, en portugués al 6, en español del 1 al 3, Pro Linguis Germanica et Hungarica en el 7. Hay que reconocerles una gran organización y disciplina, necesaria para calmar la angustia de tanto visitante, en la oreja sin cara de quien esté del otro lado de la ventanilla.

Salí de la misa razonando el sermón, porque yo tengo la mala costumbre de analizarlo todo:

- Claro, yo vine de vacaciones, no a que me perdonen. Y no es que falte algo por lo que pedir perdón, pero éste es uno de los grandes… ¿se podrá ahorrar para pecados futuros? como un programa de puntos: pecados pequeños 10 puntos, pecados grandes 25 puntos, gula 21 puntos y así. ¿Se lo podré regalar a un gobiernero de los que ha destruido mi país? Seguro le hace falta.

Los peregrinos llegamos con eso de "pedir perdón" ensayado. Hay al menos dos puntos en el Camino francés para eso. El primero está en los campos de trigo de Navarra: la cima del Alto del Perdón(2). De lo que fue, hoy sólo queda una hilera de turbinas de viento a lo largo de la cordillera, marcando la modernidad en el camino de la tradición. Las esculturas de hierro ya ni siquiera voltean a mirarte. Antes de llegar, ya ha hecho uno penitencia con el esfuerzo de la cuesta. El segundo es La Cruz de Hierro, uno de los cruceros(3) ícono del camino. Es una bella cruz de hierro forjado, sobre un gran poste de madera, asentada en una colina de piedras que crece.

Cuando decides hacer el Camino, es tradición llevar una piedra de tu hogar, escrita o envuelta con tus deseos escritos, y dejarla en la cruz. En el crucero “más cerca del cielo”, Dios da prioridad a los perdones y peticiones en las piedras, una especie de pase VIP. Aunque no dejaba de pensar que me “coleaba”, dejé las piedras que llevaba (la mía, la de Gilberto y la de Cris).

A diferencia del Alto del Perdón, la Cruz de Hierro está rodeada por un paisaje envolvente. El cielo parece visto por un lente de ojo de pez, como si los bordes del azul se cerraran en la tierra, amparados por la ubicación, la altura y tal vez una dosis de cansancio.

El garbanzo no llegada. “Perdón”, ¿qué significa realmente? ¿Cuáles son los límites? Mientras dejaba la cruz pensándolo, en mi cabeza había música de fondo, el ídolo cantaba:

- Perdóname, perdóname, si hay algo que quiero eres tú …

Entonces ¿perdonamos sólo cuando queremos? ¿Qué es el resto? Paciencia y resignación. Si mal no recuerdo, todo pecado fue pagado en la cruz, sacrificando al cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. El tetelestai(4) en el recibo lo comprueba. Mi entendimiento no da para esto, o al menos para aceptarlo, como decía mi abuela: “No me da la cabeza”. “Un paso a la vez” es siempre un buen consejo, así que por ahora el perdón es olvidar la falta cometida sin intención, o que pueda revocarse sin consecuencias.

Mientras crece mi conciencia, me conforta pensar, que benevolencia y justicia llegarán juntas, mezcladas con la ironía. A los que en Latinoamérica tienen sangre en las manos, por acción o complicidad, les llegará el día de pedir perdón, y aunque haya arrepentimiento profundo y honesto, oirán latir la sien del jefe tras la corona de espinas, y les responderán como a los venezolanos en los supermercados y farmacias: Lo siento, no hay.

La lata de Garbanzos : perdón
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(1) La Compostela es un documento del Cabildo Catedralicio de Santiago que certifica la peregrinación por motivos religiosos o espirituales a Santiago. Para conseguirla, se debe mostrar la credencial, donde se ha ido sellando y poniendo la fecha a lo largo del Camino, como por ejemplo en los refugios en los que se ha dormido. Para conseguirla se debe llegar a Santiago tras andar al menos 100 kilómetros a pié o 200 en bicicleta. Está escrita en latín.
(2) La sierra del Perdón va desde el puerto del Carrascal hasta el valle de Echauri. En medio de esta montaña se encuentra el puerto de Erreniega, por donde cruzan los peregrinos que van desde Pamplona a Puente la Reina. Hasta mediados del siglo XIX hubo aquí una ermita dedicada a la Virgen del Perdón y un hospital de peregrinos.
(3) Cruces altas de piedra, hierro o madera, son elementos devocionales integrados al paisaje que se encuentran en medio de los núcleos de población, encrucijadas, cementerios, atrios y bordes de caminos. Reflejan el sentimiento supra natural que rodea la vida tradicional del campo gallego. Tradicionalmente barrocos, se levantaron entre los siglos XVII-XIX, aunque no faltan algunos medievales.
(4) Palabra griega que se traduce como “consumado”. Era utilizada para estampar el sello de “pagado” en un recibo, y también era el sello que se ponía sobre los cargos contra un criminal, una vez que había cumplido su sentencia. Un tetelestai era clavado en la puerta de la casa, comprobando que realmente él ya había pagado por sus crímenes.