lunes, 9 de junio de 2014

Perro

s. m.Animal mamífero y cuadrúpedo domesticado hace miles de años y que, actualmente, convive con el hombre como mascota.
Hay hábitos difíciles de adquirir, como el gusto por la música clásica y por la lectura. Dicen que vienen con el tiempo, y que tratar de provocarlos es en vano. Yo reconozco que escribo más de lo que leo, pero como no hay día que no llegue, ya eso cambiará.

En el colegio, escasas veces me iba mal. Trabajar en la bodega de papá me dio velocidad para las matemáticas, por lo que salía aburrido del salón o sólo dibujaba, cuando los otros niños aprendían a sumar. Una de esas malas notas vino por no leer a cabalidad “Las Lanzas Coloradas”; en su lugar yo me había entretenido en la biblioteca, con la biografía de un nombre que había escuchado el día antes en un bar: Mark Twain. La culpa fue de la vaca.

Cochabamba era el apodo de la regente de una pensión en Maiquetía, inusualmente culta. Con su acento inmigrante, solía llamar por teléfono a hacer sus pedidos, que yo entregaba cuando estaban listos. Era una pensión bastante popular, donde se hospedaban prostitutas de un famoso burdel del litoral (El pez que fuma) y trabajadores del puerto. Mi tío decía que la madre de Cochabamba le tenía rabia, porque le puso nombre de vaca.

En una de esas entregas, mientras Cochabamba salía de la cocina, me quedé mirando fijamente a su regordete amante de turno y a su perro, ambos dormitando recostados de la rockola, mientras el ventilador les refrescaba el calor. Fue entonces cuando escuché:

- Mark Twain está equivocado, no hay diferencia entre un hombre y un perro. Si los recoges muertos de hambre y los engordas, no te morderán.

Me encogí de hombros, recogí mi propina, y una frase tan folclórica como lapidaria:

- ¡Es que son lo mismo: hombre feliz y perro! Sólo le piden a la vida 4 cosas: comer, cagar, tirar y dormir.

Este fin de semana, casi 30 años después recordé a Cochabamba. En el auto mercado había una cola infernal para comprar azúcar y café (ambos productos regulados por el gobierno a precios muy bajos). Los compradores salían de pagar en la caja como si hubieran visto a Dios. Una alegría inexplicable. Pensé que ella siempre tuvo razón, y que el gobierno lo sabe, por lo que hará lo posible para que “comer” esté garantizado, a muy bajo costo. Ya cada uno se buscará los otros tres placeres. Como los perros de Twain, nunca le morderán, serán fieles al amo, aunque les trate mal. Sólo valdrá el instinto, y perderemos la percepción del tiempo, sólo habrá presente. Es que ahora entiendo al Mar de la Felicidad.

Escogí algunos pensamientos de Mark, tan vigentes para Latinoamérica como el día en que los escribió. Me fueron más trascendentes que Las aventuras de Tom Sawyer o las de Huckleberry Finn, las analogías son tan obvias que sería ofensivo mencionarlas:

- No ande por ahí diciendo que el mundo le debe su sustento. El mundo no le debe nada. Estaba aquí antes.
- Ni la vida, ni la libertad, ni la propiedad de ningún hombre está a salvo cuando el legislativo está reunido.
- Al principio de un cambio, el patriota es un hombre escaso y valiente, odiado y despreciado. Sin embargo cuando su causa tiene éxito, el tímido se le une, porque entonces ser patriota ya no cuesta nada.


Desde los remanentes de mi conciencia crítica pienso: ¿Será que la oposición debe llegar con un periódico enrollado y golpear el piso? Alguna vez escuché que era una buena forma de llamar la atención y hacer entender a las mascotas que están haciendo algo mal.

Twain vivió de 1835 a 1910. En 1909, dijo:

- Vine al mundo con el cometa Halley en 1835. Vuelve el próximo año, y espero marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no lo hago. El Todopoderoso ha dicho: Están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir. ¡Ah! Lo espero con impaciencia.

Su predicción se cumplió: murió de un ataque al corazón, a los 74 años, el día antes del retorno del cometa. Obviamente, se perdió ver la actual Venezuela, a la que seguramente se hubiera mudado sin pensarlo, para tener lo que siempre quiso, una vida de perros.


La lata de Garbanzos : perro

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